La Trastienda tiene ese no sé qué que me cautiva pero no me seduce por completo. Como ese compañero de laburo con el que curtís, pero no terminás de dilucidar si te gusta por costumbre o si genuinamente es tu elección. Sea como fuere, es uno de los reductos a los cuales podés invitar al chico que te gusta pero no tiene mucho under encima, y eso le da una ventaja. Además, el sonido es prolijísimo, cosa no menor en el mundillo de los antros indies.
Más temprano que nunca, debidamente advertida por fallidos anteriores, estoy allí firme al costado del escenario pero presente justo a tiempo para 100.000 Reflejos, la canción que me da dolor de cachetes de la sonrisa inmensa que no me puedo contener. Pequeña Napoleón es el himno que le dedico todos los días de mi vida a mi hermana y guía, y escucharlo en vivo es siempre una caricia a mi alma hecha de nostalgia y amistad. Piedras al lago, ese abrir de ojos que busco cuando dejo girando “Play al Viejo Walkman Blanco”, y Baila conmigo, el empujón que a veces necesito para agarrarlo de la mano y que bailemos con una excusa universal.
En fin, Valentín y los Volcanes se lucieron con una lista cortita pero apropiada, lograron derretir el frío de afuera y la timidez de adentro, nos llevaron a los confines de la melodía sureña hecha canción, nos dieron ese abrazo de ritmo dulce que necesitamos para recibir lo nuevo. El gran hombre de este planeta y La novia robada son la despedida. Abrir las puertas para “Agua, Sal y Fiebre” y las ventanas de los corazones que con un dolor dulce miran al sur y extienden rieles que traen hasta acá trenes cargados de estribillos que cuentan de las revoluciones mundanas del espíritu homeless.
excelente nota!! me hubiese gustado ir a verlos
ResponderEliminar