Originalmente, esta idea nació como una propuesta para sugerir canciones para escuchar mientras aseamos el hogar, al borde de ser un servicio a la comunidad. Pero enseguida noté, no sin cierta congoja, que no sólo el hogar necesita limpieza. También la cabeza, después de la polvareda que levantan algunos pensamientos cuando se encierran ahí adentro a rebotar y rebotar de oreja a oreja; también el alma, cuando es víctima del estrago que deja a su paso algún flechazo de amor perdido que recibe de segunda, algún gesto mínimo erróneamente interpretado, alguna vieja herida que supura amor todavía; el cuerpo, al día siguiente de la juerga, mareado todavía por la curda en que se ahogó. De modo que bajo este lema podrán ustedes entonces encontrar música para la limpieza, esperando que sus demonios se exorcicen de cuando en vez.
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