Llegué hace un rato, subí y bajé una y otra vez las escaleras del Centro Cultural San Martín de un lado y del otro tratando de absorberlo todo porque antes de venir tenía bien claro lo que quería: no perderme nada!
Mareada, confundida, sorprendida vagabundeo entre los visitantes, anónima. Pero las cuerdas me traen de vuelta. La correa cortita de la guitarra me da la pauta: Kabusacki al mando. Con eso me hubiera bastado, pero están también los dedos mágicos, rapidísimos e incomparablemente hábiles de Lucy Patané en el bajo y coordinándolo todo la inigualable Marina Fages.
Otros músicos están formando parte del suceso, performando en vivo en el escenario improvisado, y yo siento el piso vibrando y como un rayo de luz me llega el sentido: arte en tiempo real.
El cambio es rápido, sin embargo, todo fluye tan natural. Artes visuales en cada una de las salas, el ojo de hoy mirando al futuro e incluso la invitación abierta a participar. En MARDER se conjugan diferentes formas para alargar los brazos y poder llegar a lo nuevo, a lo bueno, y yo siento que la vanguardia está acá, y yo fui parte.