Quiero decir con palabras las imágenes. Armar oraciones que cuenten ese chorro de emociones que se despertaron mientras corría el documental. Otra vez, pierdo. Porque encastro sujeto y predicado, cumplo con las normas, pido ayuda a quienes gentilmente ofician de editores esporádicos, pero no alcanza. Porque este documental es un puente. No cuenta una historia, la refleja. No acumula datos biográficos ni recorre la historia unidireccional de una artista, es un puente entre ella y los que estamos en la butaca, es una ventana, gigante, transparente y hermosa en la que se asoma, por fin, ese jardín secreto que Diana es.
Imagino que abordar la historia y obra de un artista es tarea compleja, las perspectivas de abordaje son tantas como personas dispuestas haya para contarlas. Pero estos tres jóvenes directores encontraron una que desnuda el alma de esta maravillosa escritora, su esencia. Pero es un desnudo cuidado. Cuidado porque evita los lugares comunes, y en ese recorrido encuentra la forma mejor de mostrar a la persona atrás del personaje, a la poeta en sus lugares comunes, comunes por cotidianos, por propios. A Diana en las casas y ciudades donde su vida transcurre, a sus amigos y sus anécdotas, a sus dibujos y sus textos. Su poesía sosteniendo el documental, por debajo, como una viga que da base y sostén, como una plataforma para zambullirse de lleno en sus textos.
Y es Diana la que nos lleva de la mano. La cámara puesta como testigo transforma al documental en un puente. La música acompaña, los dibujos de Diana encienden, la fotografía abre puertas. Que viva la poesía, que trascienda las hojas de papel y se transforme en un documental que nos deje temblando. Amén.
el 24 de Septiembre a las 21hs se volverá a proyectar en la Biblioteca Nacional
