Miro por la ventana y veo un parque, el sol se aprieta entre los edificios y se deja caer. Los nenes deben estar encerrados en sus cuartos jugando a la play, porque no los veo en el cuadro del marco de la ventana, que es los ojos de uno de esos monstruos de cemento que me comen la cabeza. Hoy todo es calma, el sol ilumina y calienta, y la normalidad de esta estación parece cotidiana. Pero una semana atrás, Buenos Aires se ahogaba. Y en el caos que eran las veredas vomitando sin parar por el desagüe que no escurría, el infierno del agua estancada y de la furia hecha gotas, cantos de sirena acudían al rescate.
Un salvavidas construido en forma de ronda de canciones se pasea entre las mesas de El Universal. Son voces que suman voces que suman veces en las que la feminidad pare la escena independiente para dar luz y acabar con la tempestad. Hay un orden, un principio y un final. Kika Simone se anima y rompe el hielo, su sangre carioca eriza los pelos. Paula Maffia se metamorfosea de gato a pantera y arrasa con todo. “Acompañados es más lindo”, dijo y lo invitó a pasar. Mariana Michi es la simpleza de una solista en su silla con una guitarra, la receta que parece fácil pero es efectiva contadas veces. Jazmín Esquivel rompe las reglas de la distancia y se saltea el escenario. Después busca la luz para las fotos, como si de sus dedos no brotara la que es necesaria para hacerla brillar. Maca Mona Mu suena como todos los colores cantando al unísono, toda frescura y talento.
El orden se alterna, hay otra vuelta. Se cruzan las voces, se invitan, se potencian. Flotamos en ese gomón de melodía fem. La noche termina, la lluvia es historia. Pero existió ese día, existe esa música, está viva la poesía. Cada quien con sus lecciones, yo ahora sé. Debería aprender a tejer. Y a nadar, y a hundirme, para volver a flotar otra vez.