Me gusta el piso tablero de ajedrez y las ventanas gigantes de postigones, las puertas-ventana también, con sus carteles de ´SALIDA´ iluminados al mango. Me gusta el pasillo que conduce a otro salón, también pequeño, también siniestro. Claro que nada me cautiva más que las escaleritas pegadas a la pared, un agujero diminuto en el techo para llegar al lugar donde mora el Señor del Sonido. Ay, pero esas escaleritas de hierro y esa ventanita paralela al cielo, como una puerta de Alicia!
Escuela de Trance es una aventura al krautpop, a un sonido de galaxias chocando entre sí, una pequeña revolución cósmica. Un poco culpa del sueño, otro poco del cansancio, los escucho y me imagino una nave espacial gigante aterrizando ahora mismo en ¿El Espacial? Los teclados, ellos también me la hacen delirar. Energías aporta su cuota a este delirio, Deprimido le da al show esa forma de bucle cíclico, y cayendo en la densidad del sonido de Escuela, el trance es verdadero y el cuerpo se habita de una oscuridad inusitada y repentina.
Un poco un cover de The Cure, otra canción que se deforma hasta ser una de Mateo, todo suena un poco desprolijo y casero, porque se trata de un grupo de niños jugando con sus instrumentos, divirtiéndose, tocando para los pibes. “Soy una nube rosa toda drogada”, faltaba mejor frase para definir la ceremonia de esta noche.
Antes del final me retiro de la batalla intergaláctica abatida de cansancio y frío, pero me llevo sobre los hombros unos monstruitos verdes que me preguntan si me imagino, si me imaginó qué?, comiendo mandarinas en un cuarto de hotel.
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