viernes, 5 de abril de 2013

Pasado por agua - Dadá



Si bien el termo se transformó en burbuja, si me quedo inmóvil y ajena al universo circundante voy a continuar viviendo sólo y sola en munditos infimitos, y me va a volver a suceder esto de salir poco preparada para enfrentar la vida real, la lluvia irrefrenable. Pero no, de cuerpito gentil y zancos exagerados salgo nomás a desafiar al dios del agua. Un tropezón no es caída, perdemos la batalla por la tierra seca en Palermo, ajustamos el GPS y al centro porteño, porque tanta pompa no se va a volver a la guarida así sin más. Dadá, agarrate que allá vamos!

Sorteamos con gracia y éxito aguaceros que contratacan por todos los flancos, cruzamos la puerta y, para sorpresa mía, apenas si queda un lugarcito en la barra para recibirnos. Dadá está con su capacidad colmada, pero su clima de amistosa bienvenida enseguida se percibe. Un lugar de reunión, de encuentro, de comunión de amistades, un auténtico sitio atestado de habitués, y ya voy entendiendo porqué: la música es un logro brillante, fomentando ese ambiente de confort tan bien logrado; la atención excelente; la barra un rotundo 10; la ambientación ecléctica pero sin exageraciones ni clichés.  

Un lugar fresco, como esa bocanada que queda flotando en el aire cuando un muchacho bonito pasa por delante con tu perfume favorito, pero te das vuelta y ya es tarde, aunque ese dejo de su aroma resista. Sin duda alguna, un spot en el centro que pasa sin escalas al listado de favoritos. 

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