Me gusta hacer lío, no me gusta en lo más mínimo reconocerlo, pero a los hechos me remito. Tirar de la cuerda, un poquito más todavía, y ver hasta dónde se estira. Meterme en apuros, en problemas chiquitos e intentar salir de ellos airosa, abeja reina.
Busco en el índice de la GuíaT la calle donde el infierno va a desatarse y paso las hojas hasta llegar a la cuadrícula del peligro. El 26 me lleva, así que con el primer punto a favor tomo al mismo tiempo coraje y el colectivo.
Sin esperarlo, me veo enfrentando el cartel de venecitas de La Cigale, qué flashback para el que no estaba lista. Por suerte, la música ahí para salvarme, para sostenerme, hacerme rebotar y de nuevo arriba.
Como Diamantes Telepáticos probaron sonido, sonaron bonito, y llega por fin el momento del show. Saltan de canción en canción, abriendo el espacio. La voz de Mariela es dulce pero tajante, el pop que destilan es intenso. El rítmico recorrido por sus canciones es un éxodo al mundo del pop, pero con una actitud desinteresada, sin posturas.
“El que no salta es un puto”, llega la orden de Fernando Centurión, el otro comandante de este diamante telepático. Y qué alternativa nos queda más que poner el cuerpo en acción al ritmo de El Vestido Volador.
El público agita por una más, pero el DJ de turno tiene un as bajo la manga y Los Chicos de Orense nos hace sacarle lustro a la pista.
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