Ph. por Marie Le Pen
La curiosidad. Quise saber cómo era eso de ver a la banda tocando en el bar. Vivirla. Y así resultó que, sin más, busqué cómplice y bic y click en mano, fuimos a Sheldon a ver a Cosmo un miércoles, cualquiera. La escena contaba con algunas imágenes repetidas: los otros asesinos de plantas dando vueltas por el lugar, la estética cósmica al mango, camisa, borcego y anteojos de sol. La canción puesta en la línea de fuego, y disparar una atrás de otra, entrar en ritmo, setear el clima, empezar de a poco y llegar bien arriba.
La estrategia es sencilla pero efectiva, alternar entre Cosmo y Branas, seducir al oyente incauto y opacar la cena, que sólo brille la música, que sólo ella encandile. No a las velas, no a las risas que llegan desde las mesas entre tema y tema, no a los susurros. No a la gilada, tocar en serio, estar acá. El engachadito entre “Amor es diversión”-“La balsa” es el tiro de gracia. Nos convencieron.
Una banda dando batalla, peleando limpio. Atrás de la guitarra, roja e inmensa, se debate la táctica. Guiños cómplices, métricas finamente calculadas. El bis, los aplausos, los discos a la venta y misión cumplida. Valió el acercarse, la curiosidad que sostiene la mecha encendida. Contradiciendo el saber popular, contradiciendo los escenarios establecidos.
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