jueves, 16 de abril de 2015

Nacho y los Caracoles en El Universal


Soy yo el que sueña, no la noche

Al día siguiente, sigue girando. Es volver a decirlo, la medianoche tiene el encanto de la transgresión. Hay princesas que perdieron su reino cuando el reloj dio las doce. Entonces, dónde ir a refugiarse cuando todos los carruajes son calabazas, y las reinas ilegítimas andan descalzas buscando el ritmo que mejor les calce en los pies. El Universal puede dar cobijo. Ahí se está gestando un nuevo episodio de la saga Nacho y los Caracoles. El hechizo está en el modo en el que construyen el momento. Probar sonido y sumar al público en ese viaje. Ese instante en el que nos hacen cómplices. Un dulce engaño, un muy buen juego. Entonces, a poner el cuerpo, se ha dicho!

Transformar un trío en cuarteto, y que Ezequiel Borra en las cuerdas deje a todos boquiabiertos. Que las canciones pasen suavecito, pero peguen. Como el oleaje del mar, como el recuerdo del primer encuentro, como el doblete bajo-percusión, los mismos pero distintos. Editadas, propias, nuevas, prestadas. Cada cual su clima, cada cual su alquimia, cada una a su ritmo, con su propio mensaje y su singular melodía.

Dejar pasar un día nublado, con el ritmo al día y entre las cortaderas. Solamente es lo que es, escuadras donde los amigos son la segunda piel, una cápsula protectora. Hoy te vas, chinita y en el madrigal alguien sale de caza, pero esta vuelta se siente bien. Dudar hacia dónde disparar, es que el verano ya llegó, y él no sabe qué hacer, si irse con los muchachos o subirse a tu tren. Angelitos vienen a su rescate, pero un cartel en el Abasto anuncia que anda perdido. Mejor, para resumirla y hacerla corta: ponele el cuerpo y de frente manteca, cantale a la luna y al sol. 

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