Cada quien sabrá en qué ciudad el corazón se le abre, las alas se le despliegan y los tornillos se le sueltan. Quien no lo sepa debería estar probando ciudades nuevas. Convidar la invitación es a veces dar las gracias por los aeropuertos que no fueron. Pero en Rosario el calor es una aplanadora que te arrastra hasta el Paraná, donde el fondo tiene esa consistencia tan extraña. A mí me gusta el barro del río, el pescado fresco a su vera y una banda para seguir.
Cancionera 2013 se despide de esta ciudad con un show de mujeres bellas y fuertes. Si ellas viajan por primera vez para tocar allá, porqué no ir a cubrirlas ahí donde nació la bandera. La noche está estrellada, pero nada tirita en estas latitudes. Al lado del agua llega una brisa tibia que acaricia los pies que cuelgan, hasta que se hace la hora y adentro del Galpón 11 Señorita Carolina se planta de lleno con su guitarra. Su voz es fuerte pero dulce, sus canciones suaves pero intensas. La primer sirena de la noche abre la compuerta.
Le siguen Marina Fages & Lucy Patané, este dúo fem que se da bruces con lo experimental, y toca canciones que te dejan vibrando de pies a cabeza. Charango, clarinete, bombo legüero, banjo y hasta el cuerpo contra el piso para encontrar el sonido justo. Dos princesas de río que se hacen presentes en esta noche de juerga. Un cover del Paraguay al que se suman las voces taradas, y con eso se despiden las multiclimáticas doncellas.
El sonido es impecable. A los costados alguien pinta, alguien danza, alguien ríe. Respiramos y contenemos la respiración, mientras entretelones tejemos anécdotas que vamos a olvidarnos rápido. Una estrella fugaz surca el cielo justo cuando lo miramos, pero no pido ningún deseo, porque seguro tocan “Que no, que no”. Antes de eso, Las Sextetas en el escenario. ¿Bailamos? Claro, inauguramos el rincón como pista y nos movemos al ritmo de los vientos, la percusión y las cuerdas que suenan tan latinoamericanas. Aplausos fuertes y las locales dicen adiós, y hasta pronto. Perdemos rápido la cuenta, pero el Fernet se acaba. Corre un blanco en el plástico transparente que casi se derrite al son de Ufemia.
La cosa está que arde en este galpón, Cancionera es la fiesta del siglo y Las Taradas son, como en cada una de sus presentaciones, ese equilibrio entre la diversión total y la música muy bien reversionada. Talentosas y audaces, pasean por la lista de temas y como peces en el agua, nos deslizamos entre sus canciones. Queremos más, siempre vamos a querer una más cuando la cosa está así de linda. Pero ellas saben contentarnos con ese compileti de boleros, la parranda y menos mal que vinimos hasta acá a verlas, cómo valió la pena! Todas las artistas suben y yo enseguida pienso: Ni sumisas ni devotas. Libres, lindas y locas. Bravo, bravo, bravo!
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