¿De qué se vale un artista para emocionar? ¿Cuántos
artilugios, artefactos, ardides, vicios? “Noche
de minitas”, sentencia Jimena
López Chaplin en los acordes finales de “Entre
la espalda y la pared”, y cuenta sucintamente la historia que la une a la
uruguayísima Luciana
Mocchi. El tracklist se pasea por
El
espíritu de la golosina y no deja afuera los hits de “Ojos
de Plástico”, editado en el 2009 pero tan actual como si el tiempo no
existiera. Su set es enérgico, resistente. Ella es dulce, risueña. Sus
canciones tienen algo de pegadizo, restos de esa vertiente eléctrica y popera
que abunda en sus discos. Aprovecha la ocasión para homenajear con un cover al inmenso David
Bowie, y puedo entrever cómo entre su guitarra y ella se asoma la respuesta a
la pregunta inicial: talento. La toma por sorpresa el pedido de bis por parte del público, que en un atento
silencio disfrutó del momento, mansa pero cálidamente. Deja el escenario como
un relámpago que destelló luz por un instante, y pareciera siempre listo para
volver a hacerlo.
Vuela el Pez favorece esta
tibieza. Se me da por pensar, mientras las artistas locales se pasan el mando
ágilmente. ¡Cuántas veces fue éste el lugar, éste el escenario, éstas las
paredes y la esencia! Llega el turno de mi loba favorita de la escena, Paula Maffía. Su
presencia inunda el lugar. Será que ella también se sabe tan femme fatale que arranca pidiendo "
dame con el palo de amansar”. ¿Qué es
la vibración, estremecerse así? ¿De quién es la canción, quién la canta? ¿Y
ella, quién es? No, no pregunto por el nombre de Paula, ese lo sé. Pregunto por
Córcega. Por Mar de caricias,
en cambio, no me pregunto. Sé que ese fue un jardín cerca de una estación del
Mitre, en un verano de amar. Aunque en esta noche la loba cuasi domesticada no
haya traído el objeto adecuado para tocarlo (?) y lo reemplace por La rama y la
flor. Un inédito de La Cosa Mostra
y lo mejor del repertorio de Ojos que ladran,
disco de los mejores del año ya pasado. También Paula Maffía
se despacha con un cover, el de su “cantante
de rock favorita”, según confiesa, y endulza el final con “Canción para bañar la luna”.
Sólo voz y guitarra. Minimalista si se mide en
cantidad. Pero qué capacidad infinita de erizar la piel y estremecer. Llega el
turno de la cantautora en cuestión y por mi parte debuto en lo que resulta la
placentera tarea de escuchar en vivo a Luciana Mocchi. Cuenta
historias. Canta historias. “Aire” es la primera. Va
recorriendo canciones de su disco debut La
Velocidad del Paisaje y adelanta algunas de lo que será su segundo
disco, donde quizás incluya esta gema, “No me preguntes”. Surfea entre diferentes géneros musicales, y
de cada canción sale bien parada. Se deja empapar por el oleaje climático que
genera su música, y empapa también, pero con altura. Siempre lejos de los
lugares comunes. Algo que parece simple, pero no lo es. Muy joven, pero de una sabiduría
ancestral, cuenta una anécdota de El Príncipe y mezcla tango, milonga y
candombe. Pistas que la delatan oriental, charrúa hasta la médula. Coquetea con
todos los géneros, y todos caen rendidos a sus pies. Es que la cancionista
montevideana sabe bien de qué se trata, sabe cómo entretejerlos. Así y todo, se
mueve con humildad. Hay un momento para el piano, hay un invitado y canciones
con nombres de mujeres de destino fatídico. Hay risas y un público acompañando,
y nadie que explique esa versión milonguera de "Pibe Cantina" que desenmascara el
final de fiesta.
¿De qué se vale un artista para emocionar? ¿Cuántos
artilugios, artefactos, ardides, vicios? Estas tres mujeres bellas y fuertes
dejaron en evidencia que simplemente una guitarra y una voz alcanzan, cuando el
talento abunda y la búsqueda es honesta.
Hermoso registro, gracias Lupe! :)
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