fotos gentileza de Marcelo Garreton Bascuñan |
fotos gentileza de Marcelo Garreton Bascuñan
365 noches después. Así y todo, parece ayer. La
vez que se cortó la luz, también, y eso ayudó a encuadrar a David Aguilar en una intimidad que
encajó perfecto con su solitaria guitarra, que más tarde quedaría anclada vaya
a saber dónde, y a quién pudiera importarle, si las noches de juerga y
colegas-amigos lo valen mil veces. Y es Buenos Aires otra vez, y el mismo calor
pero sin la tibiez. Porque entonces, cómo podía temblar, todavía! Un año más
tarde, el verano siguiente, casi los mismos, puro reencuentro, cómo va todo,
todo es el tiempo, todo es abrazo, claro que algunos ya muy distintos.
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Bajo el cobijo de un Quetzal, David asalta
el escenario y todo se acomoda. Inicia el viaje musical al centro de su disco homónimo, y es probar en
vivo las melodías que saben vibrar en cadencias heterogéneas pero armónicas.
Excelso arquitecto de la poesía, comparte experiencias del día del día en la
mejor forma musical. Claro que no faltó su silbido infalible, claro que nos
deleitó con una ranchera veloz y rítmica, y hasta se animó a compartir algún estreno,
espero próximo a editar.
En algún momento, no termino de entender por qué,
pienso en Silvio Rodriguez. Y en otro, que preciso entre los versos de “La dela libélula” y de “Eco”, refieren a “Biromes y servilletas” y
la referencia me resulta acertada. Se precipita la despedida, que deja una
atmósfera agitada, flota una sensación en el aire, un sabor a artesano y es saber
que voy a llegar a mi casa, a alguna casa, y repasar el disco completándolo con
más imágenes de otro verano en Buenos Aires.
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Turno de los Ampersan, dúo
también mexica que arremete con una energía azteca que mejor agarrarse bien
fuerte de la silla. Experimentación y vanguardia, con raíz folclórica. Arrancan
con un huaino, pasean por la jarana, continúan por el lado de la tradición. Se
despachan con versos de Orlando Guillén, Patricio Hidalgo y hacen honor y
mención al ejército zapatista. La potencia de sus canciones es colosal, apenas
cuerdas enchufadas y voces bien enfundadas, pero el sonido envuelve como un huracán.
Cuánta presencia, cuánta fuerza. Se les oye música de su origen reversionada en caldo
propio. Las canciones van pasando como cuentas de un rosario, pegaditas y sin
dar respiro. El ímpetu del dúo invita a un trance azteca que hincha y abriga al
corazón.
Valientes del público se animan y bailan, compleja decisión la de dejar al cuerpo afuera entre tanta cantata. Invitan a Fernanda
Martinez y Cata Raybaud
para cerrar la noche con amigos, de esa clásica costumbre argentina, y vuelven
a pedido del público con "El Pajarillo Jilguero". Aplauso sostenido y nuevos fans
del Sur conquistados.
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