sábado, 6 de julio de 2013

Hacer bochinche en la guarida - Juanito el cantor y La Nube Mágica en La Oreja Negra


El nombre “araña” se usa también para designar a la luminaria que cuelga arriba de las teteras, que hirviendo escupen vapor por la garganta, siempre respingada, en las salas de estar de las casas de las señoras paquetonas que viven en La Isla. Ese nombre, “araña”, seguro responde a su forma más que a su luz, lúgubre y naftalinosa.

En La Oreja Negra las cazaron, las agarraron de sus colas rechonchonas, les pusieron lamparitas amarillas bajo consumo en los extremos de las patas y estampadas en el techo, vigilan a los foráneos de turno. En esta oportunidad, convocados para presenciar el tercer encuentro del ciclo “Precipitaciones”, de Juanito El Cantor & La Nube Mágica.  

De buenas a primeras, once ilustres personajes copan el escenario, saturado de antemano de instrumentos y micrófonos. Me enamoré de tus hojas secas, me enamoré del futuro incierto, con las primeras líneas de “¿Dónde está la luz?” Juanito abre camino en la selva de su sonido húmedo y denso.  

Las arañas se desprenden de los cables que las tienen prisioneras y bajan, despacito y sigilosamente, como sólo ellas saben hacerlo. Atentas escuchan la música que emana de todos esos instrumentos, comandado cada uno por un singular titiritero. De las canciones brotan colores, que se funden en el aire y se multiplican. Ese aire transformado se respira, y dispuestos a dejarnos guiar por El Cantor nos divertimos con “Conejos”. “Desarmar” trae lo nuevo, patada que llega desde el disco recién salidito del horno, con olor a tibio y novedad.

La tormenta trajo a un viejo amigo, Lucio Mantel se une a las huestes de la Nube con su tema “Tanto”. Las arañas siguen ahí, se van posando sobre las mesas, entre la jarra y los porrones. Yo las vi robarse una aceituna, descaradas, atrevidas como sólo ellas saben serlo. La selva las llama, no pueden aguantarse.

La trilogía del desenlace, “Amarillo”, “Una Flor”, “El titiritero”. Aplausos tronando, corazones contentos. Todavía es temprano, queda tiempo para acodarse en una barra y hundirse en la filosofía de los abismos. Meto las manos en los bolsillos, y siento algo helado en los dedos. Una sobrevivió, le busco los ojos, la miro directo, le cuento las patas. Libertad para la araña que nació en la música que gesta precipitaciones y cuentos de la selva.   

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