Alguien que amo es de Villa Crespo y ahora todo lo que amo vivo ahí. O es al
revés, y Villa Crespo vive en mí y yo amo, porque no sé vivir de otra manera,
sino así de este modo en que redescubrir Buenos Aires es amarla y a Marte. Sea como fuere, me apersono en tiempo y forma
en NüN. Pasé raudamente por la puerta la noche
anterior y sin querer espié. Arruiné apenas la sorpresa, porque del otro lado
hay más de lo que se podía ver a través del ventanal. Me enamoro del lugar de
manera inmediata. Sí, el amor me colma y no puedo ni sé ni quiero un atajo.
Estoy en la ventanilla, ya crucé las mesas y en el pasillo la barra. Ya presté
atención al detalle, mal que pese o mucho que me cueste. Las paredes llenas de
cositas, la estantería de atrás, también. Todo dulce y calculado, todos dulces
y calibrados. Ya acaricié, despacito y secretamente, la cortina que se siente aterciopelada
y que nos separa del show sólo por este ratito que disfruto esperando,
espiando. Me tienta un fernet XXL en frasco, pero de los pesados y grandes, no
es pretencioso pero sí generoso. Dan sala, abre el telón, el escenario está
dispuesto y las gradas aguardan recibir nuestras bundas con ganas.
María Ezquiaga, su presencia serena y su voz
única que le da forma y vida a Rosal hace ya más de 10 años. Ezequiel Kronenberg y Martín
Caamaño, que siguen armados de esas guitarras como si la vida se les fuera en
ello. Y quizás se les va, quién sabe. Diez años no son nada. A mí lo que se me
suelta es el alma. Pero de a poquito. Me doy cuenta recién ahora, que me ordeno
para escribirlo. Porque este show lo fueron forjando así, pausadamente. Una
canción, una primera entrega en forma amigable. Otra después, para que
entendamos la propuesta sonora. Y así la siguiente, para que nos deleitemos con
la sabiduría de la lírica. Una íntima, para que disfrutemos de ella sin
interrupciones. Un tema nuevo con pasta de hit, mucho ruido y movimiento. Y
cuando nos cercioramos de que el camino les dio más certezas que dudas y de que
saben lo que están haciendo y que lo hacen de la manera mejor, llega la
despedida y adiós y hasta la próxima y viva el amor.
Paula Maffia,
Lucy Patané y Nahuel Briones
traen otro cantar casi opuesto. ¡Ay, pero cuánto rock tan de repente, tan sin
anestesia, tan taquicárdico y mordaz!
“Se vienen unos temitas de La Cosa Mostra”,
dice la loba que lidera la manada. Sus secuaces la siguen, la instan, enroquean instrumentos, posiciones,
cables. A 3 guitarras y a 3 voces transpiran, se mueven, seducen, educan, se
entregan. Alentamos a la Lucy baterista, nos hipnotiza Nahuel bajista, nos
enamora Paula mardecaricista. El
termómetro energético está a tope, y el aire que nos da cuando van y vienen de
un instrumento a otro apenas alcanza para sacar la nariz a flote, respirar y
volverse a adentrar en el huracán musical con el que están arrasando. Pero
antes de que nadie pueda volver en sí, llega el final. O casi. A fuerza de
aplausos y pedidos de bis, Paula vuelve con un cover de Maria Elena Walsh, tira un beso y se va. Si eso no es
rock, ¿qué lo será?
A fuego lento vs arrebatado, así me soplan
letra para que resuma esta reseña. No está nada errada la comparación. Así y todo,
no diré nada del nano-rock. Conseguir estas discografías en Mercurio Disquería,
volver a NüN
y seguir creyendo que Ezequiel Kronenberg es un enfermo del ruidito y que Lucy
es la mejor.
María Ezquiaga
se presenta este jueves 28-Junio en el CCK
Paula
Maffía, Lucy Patané y Nahuel Briones vuelven a la carga el 06-Ago en Roseti
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