El frío arremete en todas las esquinas. La ciudad solloza, las bocacalles acumulan el llanto de toda la semana. Me asusta quedarme adentro y que la tristeza se meta entre las sábanas, pero que no sea de esos amantes gentiles que saben retirarse cuando el sol asoma. La batalla está librada, me lanzo a la intemperie con mi mejor armadura, bufanda y capucha y meter paso firme a donde los joropos sepan dar calor.
Entrada la medianoche, en Café Vinilo se presentan Brusa y Los Bombones de Murano. Guaranias paraguayas, boleros imperecederos, valsecitos y alguna ranchera reversionada para dar cobijo al corazón del desconsuelo. En la oscuridad por ella propuesta se dibuja la belleza inconfundible de Eugenia. Rasgando una criolla sentada al borde del escenario, la fuerza de su voz nos deja tiritando mientras entona “Paloma Negra”. A pura cuerda, Los Bombones proponen los acordes de “Recuerdos de Ypacaraí”. Y la función va tomando luz y fuerza.
“La Malagueña”, “Mi dicha lejana” y el parpadeo de las velas en cada mesa crea un ambiente a plena intimidad, que hace justicia a la propuesta unplugged de la banda. En clave downtempo mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro salvador, el hombre de la percusión, van dejando circular una energía intensa y es esa sonoridad hipnótica la que invita a dejarse arrastrar por la ola rítmica de estos géneros musicales.
Promediando “Flores Negras” aterrizan los tambores y timbales. Ahora sí, caemos rendidos ante el encanto de “Rondando tu esquina” en versión bolero. “Brujería”, la interpretan y pienso que de eso se trata el show de esta noche, de esa magia que esconden los sonidos cuando responden al beat del corazón. “Qué tal te va sin mí”, ese canto desgarrador que se apacigua con “Vereda tropical”. Así son las cosas, en el amor y en la canción. La dulzura va de la voz a las cuerdas y de las cuerdas a los oídos. Ahí circula en zigzag por las carreteras de la oreja hasta encontrar el hueco por donde entrarle al alma y ahí se quedan estacionadas las melodías por un rato, hasta hacer brotar al amor, del que siempre algún resto queda.
Y el show es un espectáculo total. Eugenia tiene frescura, y Odín es su partenaire perfecto, dando por descontado ser diestro guitarrista. Gonzalo Santos también lo es, y suma una trompeta para dar grata compañía a la lista de temas. El contrabajo ronronea furioso en las manos de Sebastián Copani y la percusión, tarde pero seguro, en los dedos de Sebastián Morán devuelve un aire renovador.
Pedimos bis, porque el encanto no se rompe tan de repente. Brusa y Los Bombones de Murano interpretan y enseñan y yo de aquí en más: amo, lloro, canto, sueñocon claveles de pasión.
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