Camino a la Sala Siranush, con el entusiasmo de asistir a la presentación en vivo de “Intimidad con Extraños”, quinto disco de estudio de Alvy Singer Big Band, me asaltó el recuerdo de un pequeño show que dio la banda hará cosa de dos años atrás en la casa de Jano Seitún, la persona real que robó el nombre al personaje de Woody Allen.
El frío arremete, pero tararear las canciones que están por sonar sirve como antídoto para combatir el invierno, que se plantó firme en la ciudad en esta noche de viernes. Cruzar la puerta y encontrarme con una sala llena me emocionó. Me emocionó también la solemnidad de una sala de teatro. De la intimidad del living de su casa a esta certera intimidad con extraños. Late en mí el presentimiento de un recital cautelosamente organizado.
Los primeros acordes de “Insectos” suenan atrás del telón, que enseguida se abre y devela a los siete músicos vestidos de lujo, para la ocasión. Se extraña ver arriba del escenario la vivacidad de Carla Branchini, su risa desfachatada, esos ojos de cielo y su destreza en el saxo barítono. Pero se siente su presencia, sin dudas. “Fatal”, “He venido a decirte”, “El reloj”. Algunas viejas y otras editadas en este disco pero que venían acompañando las presentaciones en vivo desde hace larga data. Las canciones discurren con ritmo y movimiento, invitan a dejarse llevar, flotando en el espacio, sacando el alma a pasear y al corazón contento.
Puede un hombre elegir mejor compañía que la de Lu Martinez en el bajo y Kinky en la trompeta. Lo dudo. Aquiles Cristiani comanda desde un rincón. Invitados se suman a la fiesta, Nacho Roriguez, Facundo Flores, Julieta Sabanes y hasta Gloria Carrá, en su debut cancionero. La batería al mando de Fran Sardella le da ritmo a la cosa, la magia de Juan Kiss en la eléctrica es sello indiscutible, el maestro Mariano Gianni en piano y acordeón es un lujo y el clarinete a cargo de Cristian Terán es puro swing.
Jano va intercalando algunas anécdotas, pequeñas historias adosadas a las canciones, a la historia de la banda. Se le escapa la emoción, imposible contenerla. Y se contagia. El show es a puro ritmo, porque el disco así lo es. Swing, vals, esa cumbia contagiosa en “Mi amor es así”, y algo de balada romántica para enamorarse y vibrar. El sonido de la sala es exquisito, cada instrumento se luce y se disfruta a pleno.
Alvy no pierde la frescura. La Big Band, menos aún. Camaradería, diversión y profesionalismo. La cuota justa de cada cosa, la emoción a flor de piel. Imposible no aplaudir hasta que las palmas quedan coloradas. Aplaudir el show, que fue impecable. Aplaudir el disco, que da cuenta del crecimiento de la banda. Aplaudir la grandeza de un conjunto que no pierde la cabeza en la prosecución de la fama, sino que se centra en seguir avanzando, con el desarrollo musical como norte. Del living a la sala de teatro, que la intimidad se extienda y seamos más los extraños que nos sentimos a gusto, murmurando canciones con labios de tormenta.
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