martes, 15 de enero de 2013

El Tronador - Metamorfosis

esto NO es ficción

El tiempo no existe, sin embargo yo hace horas, días y meses que veo correr las agujas del reloj mientras queda mi pensamiento detenido en una única idea: el agua. El Universo que habito está inundado de tanta agua, el cuerpo que me envasa es en su porcentaje mayor agua, la tierra donde se erige la casa donde moro está rodeada de océanos y mares de extensión inabarcable y la voz que escucho cantar tiene el sonido de los lagos del Sur.

Pienso en el agua y el esfuerzo desmesurado que hago por apartar mi pensamiento de ella es completamente en vano. Pienso en su capacidad para redimirme de mis pecados y en la sensación hermosa que me deja una vez que pasa por mi cuerpo y lo recorre en la misma medida en la que lo refresca, y lo libera y lo purifica.

Pienso en cómo se me eriza la piel a su paso mientras la siento resbalando en mí, como una caricia desesperada. Pienso en gotas de agua, en pequeñísimos destellos de agua y también en chorros de agua desparramados a presión, insolentes y sin freno. Pienso en que en ella me reflejo, y que ella es a su vez el espejo de las cosas todas.

No podría vivir sin ella, pero en ella?

Aquí en el refugio se está bien. la montaña es cobijo suficiente, el bosque de lengas, alerces y arrayanes es el lujo que me doy mientras deliro en el sueño más profundo meter mis pies en esos zapatitos de virgen amarillo tecnicolor. El canto del chucao me arrastra por el sendero. Pampa Linda, quién pudiera dudarlo.

Anoche tuve un sueño tan extraño y sensorial, pero apenas puedo recordarlo. Todo se confundía y se mezclaba, la luz era sumamente intensa y yo caía en un túnel como en un tobogán, dando vueltas en espiral hacia abajo, vueltas y más vueltas.

Me desperté antes de que suene el chirrido irritante del despertador y traté de incorporarme, pero no pude. Fui presa del horror más visceral, y de la sorpresa di una vuelta en el aire. Mi cuerpo desintegrado. Cada fibra de cada uno de los músculos que me mantenían de pie desaparecida. No respirar, no inhalando y exhalando a cada rato. No pestañear, no necesitando más de los ojos para verlo todo. No el abecedario, no una boca muda que se abre y se cierra a mi antojo para no decir nada. No el hambre, no más ninguna otra necesidad, no saciando con sustitutos al amor y a la verdad.

Soy agua pura descendiendo, una catarata cristalina y helada cayendo con toda la furia, siempre en continuo fluir. Nada podría detenerme, nada podría perturbarme ni interrumpirme en mi perpetuidad hacia abajo. Acá el principio y el fin, el origen y el destino. Acá la fuerza misma de la unidad. AGUA. Soy agua naciendo en el deshielo, agua hecha de pureza y realidad.

Me desprendo lento, y en ese grito ensordecedor de lo que ahora soy asisto a mi propio bautismo: El Tronador. 


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