miércoles, 24 de junio de 2015

Te convido de mí - Clara Besfamille, Gastón Massenzio y Anamolí en el Sr Duncan

Muere de ganas,
muere de hambre,
de causas naturales, muere la santa
Lupe P


Al día siguiente, entre round y round, me cuenta que alguien pidió un nueve que defina. Yo no supe bien qué pensar. Cómo puede haber personas tan decididas que busquen en otras esa misma condición. Pero antes, hubo el piano del Señor Duncan. Y antes que eso, una gira que empezó en la misma terraza en la que terminó. La noche del viernes se movía en círculos, se movía en frío, se movía alrededor de la música que termina nunca, que termina dónde.

El piano del Señor Duncan. Llegó primero el cuerpo, las mesas estaban todas ocupadas. Así que se acomodó donde mejor pudo, siempre buscando el rincón. El piano del señor Duncan. Él es un señor, y yo lo amé. Al piano, también. Y entonces llega el alma para cuando Clara Besfamille transforma el silencio en dulzura. En sus dedos, las notas son magia. Su voz da calma, da cobijo. Sus canciones van virando de ritmo y de sentido. Suma a los otros artistas para la despedida, y con un set corto pero muy atinado para este otoño tardío, deja la llama encendida. Turno de Gastón
Massenzio, quien entre Matarazzo y Villavicencio, trae en esa hojita de papel una lista de temas que es un arsenal de canciones que disparan directo al corazón, y lo derriten. La profundidad podría ser el título de esa hoja. Porque escucharlo alternar entre temas de Otra Luz, Lapsus, y su próxima placa, prontita a editarse, es adentrarse en un abismo. Ahí, en ese fondo donde todo es verdadero, su música respira. Del piano a las cuerdas, con gracia gentil, como quien con total naturalidad ejecuta lo imposible. La humildad de los grandes.

El cierre de la fecha queda a cargo de Anamolí. Esa solista no tan sola que esconde detrás del flequillo dos esmeraldas que abren la puerta a su universo interior, que parece tan colmado de luz, de serenidad, de armonía. La guitarra parece enorme en esos brazos que la sostienen de pie. Tan enorme como su voz, que lo ocupa todo. Cómo no ceder, cómo no decirle que no al miedo y entregarse. Su música es la belleza de quien sabe dejarse fluir. “Para retirarme, quiero que hagamos algo todos juntos”, propone, pícara. “Cantar entre todos es la mejor forma de terminar algo”, argumenta. “La idea es hacer lo que les surja”, convence. Y en esta unión mántrica, nos deja vibrando en el mejor tono. Los tres artistas prometen encerrarse a grabar su próximo material. A seguirles el rastro, el alma siempre querrá su alimento.       

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