martes, 19 de febrero de 2013

Mateo de la Luna en el Matienzo

- Con el miedo se podría hacer lo mismo que con el frío, respirarlo y se pasa.
- Además, una vez que lo cruzás ya estás en otro lugar, es difícil que vuelvas atrás.
Los permisos de esta noche son holgados, así que hago lo de nunca y me rindo. Voy a vivir un ratito la vida que viven los rockeros, voy a mezclarme entre ellos, mimetizarme, disimularme, y voy a entregarle mi cuerpo (y mi alma) a la música de Mateo de la forma más genuina y apasionada.
No esperen entonces, ni esta vez ni ninguna, que les cuente la cronología de forma objetiva. Me divierte compartir lo que me pasa a mí en los lugares a los que voy y plagar los párrafos de sensaciones viscerales, emociones auténticas, como si relatar algo que sucede en vivo fuera estar vivo, y al mismo tiempo, vivir a través de eso.
No es ningún secreto cuánto me gusta Mateo de la Luna, si dijera que son mis favoritos no estaría exagerando. Aunque, claro que la lista es infinita y cada banda me colma en espacios y necesidades diferentes.
El recital es una verdadera fiesta, no es de dimensiones magnánimas pero los que estamos ahí dejamos el corazón levitando muy cerquita del escenario, y la voz a gritos coreando rabiosa.
Suben amigos a cantar canciones, y lo hacen de la forma más relajada e intensa, lo disfrutan, se respetan y se admiran entre ellos. Yo me siento una testigo privilegiada del amor musical, y entonces hago una estampita mental para poder rezar todas las noches que así sean los recitales por venir.
Rayocanción es una fiesta, pero Él es mi amigo e Iván no se quedan para nada atrás. Como una rana es un himno, nos movemos en masa y bailamos en una danza que es trance y La energía de los planetas hace explotar la razón.

El confeti no tiene lógica alguna, son papelitos flotando en el aire en todas las direcciones, en cualquier momento. La sorpresa de encontrarme con mi canción predilecta y estar en el fondo del océano me deja sin aire, y ya no respiro oxígeno sino sonoridad hecha de poesía y melodía terrestial.
No se equivocaría el observador que me acuse de que de lo más campante fui perdiendo el control, pero imposible mantenerme inmutable cuando la daga de las melodías mateas entra profundo al corazón. Mi casa está donde suene la música que despierta el alma, que la acaricia y le da un abrazo torbellino, y lo transforma en algo más noble y sensible.
La intensidad y fuerza no desciende en ningún momento, se vibra el reci de principio a fin, pero cuando éste llega resulta que para mí es apenas si el principio.
Cuando finalmente me libero de los papelitos que resistieron el embate y se escondieron sujetándose bien fuerte a mi piel, abro la cajita multiforme y me voy a dormir, feliz y nueva.

2 comentarios:

  1. todas y cada una de estas líneas me hacen recordar - y añorar - nuestras conversaciones cargadas de adjetivos, eufemismos, risas y desencuentros. brindo por vos.

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    1. Uy! La lluvia trajo melancolía, puede ser??? WOW! Así de profundas eran nuestras charlas? Cuando quieras, las retomamos. SALUD!

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