miércoles, 1 de octubre de 2014

Camino del espejo - Pizarnik + Casagrande + Filba



Concluyó el 6° Filba Internacional en Buenos Aires. Así y todo, esa idea de fin quizás sea injusta. Pasó de largo, pasó de todo, pero algo queda. Y de ese cúmulo de propuestas que pasaron pero perduran, elijo ésta:

SECCIÓN: TINTA ACTIVA
23.30 - LA OREJA NEGRA
PARTICIPAN: CASAGRANDE, ​FERNANDO NOY, BERNARDO ZABALAGA
Si bien es cierto que tanto en la obra como en la vida de Alejandra Pizarnik, el prisma de lo trágico es clave para leer y comprender sus obsesiones y búsquedas, también lo son el humor, lo lúdico, el universo infantil, la pasión por las posibilidades del lenguaje y la irreverencia crítica. Un día después del aniversario de su muerte, con la colaboración del poeta Fernando Noy, el colectivo poético chileno Casagrande busca conversar con el espíritu de la gran escritora argentina.
(Cupo: 60 personas).

De todo, de todo menos una constelación. Me imaginé un grupo de teatro, me imaginé una performancevanguardista, me imaginé algo circense, quizás hasta me imaginé a todos los fantasmas de Alejandra haciendo telas. Niñas de seda que viven en el Árbol de Diana formando una fila al borde del escenario; espejos rotos hablándole a un micrófono, multiplicando la noche pálida; flores pequeñas danzando como palabras; bosques recreados con las hojas arrancadas de sus mejores poemarios. Me imaginé de todo, de todo menos una constelación. Sí, estuve perezosa para descifrar la trayectoria del colectivo Casagrande. Y quizás esta vez, por única, haya estado bien la flojera de voluntad. Un círculo. Casagrande adentro. El médium. Sentados formando otro círculo que lo cubre, como si lo protegiera, que lo encierra y se conecta. Respiramos hasta flotar. Nos perdemos en pensamientos que se van deshilachando hasta deshacerse por completo. Nos deshacemos en respiraciones rítmicas que nos despegan de ese saco de huesos y carne y cartílagos maltrechos. Los velos se van descorriendo. Se inicia la ceremonia. Entre irreal e inverosímil, somos guiados. El corazón bombea como en cámara lenta. Las palpitaciones se calibran. Que lluevan las preguntas, que lloren los espacios que quedan siempre entre una palabra y otra, entre cada letra. Esos agujeros que son el decir, el nombrar lo que no tiene nombre, lo que está ausente o lo que fue siempre ausencia y aunque no estuvo vuelve para respondernos lo que queramos, porque sabe que la respuesta no existe, pero sí las palabras que aunque mentira siempre nos calman. Todo es profunda paz. Sólo que, no quiero esconderme: me quiebra el espíritu el encuentro con su fragilidad en la escena. Me conmueve, me conmociona, me emociona también en ese agujero que es el surco que dejó el barco que partió llevándola. 

Fernando Noy. Buscar palabras que hagan justicia al intentar explicar lo que es Alejandra en la voz de Fernando. Lo que son sus dedos acariciando las hojas, la suavidad con que las pasa como si esa fuera una caricia en la mejilla de la niña Alejandra, la seriedad con la que elije cada texto, como si en esa decisión se jugara el reinado de la princesa Pizarnik. Su frescura, como un aire que agita las pesadas hojas de los árboles que habitan los bosques densos de donde cuelgan los libros de la poeta maldita, la poeta eterna, la poeta. La. De todo, de todo menos una constelación. Eso es la poesía de Alejandra Pizarnik, algo más allá de los límites de la imaginación, de las posibilidades, algo más allá, donde pocos se atreven a ir, a volver para contarlo, y a quedarse. Aunque alguien diga que la imaginación no tiene límites, pues tampoco las imposibilidades.  

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