miércoles, 12 de agosto de 2015

Franny Glass + Niños Envueltos en el Matienzo

Tregua. Doy tregua, saco bandera blanca y pido un alto. Pero es en vano, la lluvia llegó para quedarse. Combatirla con canciones parece una buena artimaña. Que haya un respiro en mis días grises, que intentar explicaciones sea tan absurdo que mejor esperar que la voz se vuelva melodía y el cuerpo canto. Así que allá voy, una vez más, al Matienzo. La respiración contenida, la lluvia contenida, la noche contenida pero la luna detenida en un rincón de la terraza.
No es medianoche todavía y desde la otra orilla llega sin escalas Franny Glass. Sin más armas que una guitarra, pero con un arsenal de discos en su haber, decidido arranca el show con la misma canción que inicia "Planes". Repasa temas de las diferentes placas, y todo lo hace en un marco de frescura que envuelve y motiva. Seba Rubin va registrando el momento como lo haría un padrino en el acto escolar, pero corajudo sube con el ukelele para confesarse ansioso y acompañar a donde vaya ella. “El podador primaveral” lleva la cabeza en la lista de temas. Quizás sea por eso que el clima que se va tejiendo tiene algo de íntimo y de nostálgico. El charrúa está de parabienes, porque el público aclama y canta y pide más, y él tiene con qué y sabe cómo entretener. A fuerza de grito y aplauso, el bis llega entre “En otoño, amiga mía” y “A través de mí” y así concluye la visita rioplatense que deja, como siempre, añoranza de costa y candombe.
Tras bambalinas, los entretelones pertinentes. Unos recogen sus instrumentos, otros los acomodan, todos se conectan de manera equilibrada con el sonidista. Y mientras esta coreografía toma lugar, la música que acompaña la velada tiene impronta propia. Canciones de las bandas que son la esencia del indie. Un gusto poder escucharlas, un lindo juego tratar de adivinarlas. Ahora sí, Niños Envueltos ya está listo para el show. Banda de pop con orquestación de lujo, habrá que dejar pasar algunas canciones para acoplarse a su propuesta que coquetea con el folk, con el pop y que suena en vivo con una mixtura a punto caramelo. Después de las primeras canciones, llegará el momento de conectar para caer en la cuenta de que es el violín lo que hace temblar. Tendrá también su momento la trompeta, es que el viento trae en su esencia la intensidad de un huracán. “Nos gusta pensarnos como una banda de rock suave”, contaron en alguna entrevista. Pero desde abajo del escenario se percibe no obstante la fuerza de la canción. Una voz atípica que se ubica entre un look singular y esa guitarra acústica que parece inmensa. Corren canciones que no están editadas y corren también esas dulces melodías de letras poco inocentes que vieron la luz allá por el 2007 en “El último casette del parque”. Quizás sí haya la suavidad que autoproclaman, pero a no confundir eso con tibieza. Aquí, el clima cambió y hay algo de baile y mucho de ganas. Se retiran victoriosos, si es cierto que buscan sensaciones, pues de eso se trató.
La lluvia revelada, la noche desvelada, la luna en movimiento. A afrontar el agua con la certeza de que va a detenerse y el sucesor de “El último casette del parque” va a estar ahí para atestiguarlo. 

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