sábado, 20 de agosto de 2016

“El amor es un bien”, de Francisco Lumerman, en Moscú Teatro


Desde chica el teatro ejerció en mí un efecto hipnótico. Algo en esos cuadros que se suceden en vivo y a una distancia real y casi nula me provocan desde siempre una fascinación tal que me cuesta entenderla en términos convencionales y que pueda compartir. La profesión del actor implica una entrega tal que me convenzo que es la más arriesgada que pueda alguien ejercer. La escenografía y el vestuario como una disciplina, hacer del como si un lugar de arte, de pretensión en un sentido genuino y sano. Entregar el cuerpo propio a un extraño, a un personaje que alguien construyó y no para uno mismo, y asimismo que ese personaje, que ahora toma el cuerpo, la voz, el semblante que antes fue de uno y fue uno, pero no más, no por un rato, no mientras el director sea todavía quien comande las acciones, las palaras, los sentimientos! Y aquí estamos todos, los entregados entregando y el público, que colma la sala, recibiendo.

El amor es un bien”, de Francisco Lumerman, en MoscúTeatro. Una versión libre y aggiornada de “Tío Vania”, de Antón Chéjov. De Rusia a Buenos Aires, con todo lo que ese traslado implica. Una obra que hunde sus raíces en el clásico ruso y que le da su propia vuelta de rosca. Una familia, sus lazos y estas cinco criaturas que se vinculan entre ellos y con su entorno como pueden… ¿o podrán de otra manera? Con una puesta en escena sencilla pero valida de actuaciones contundentes, la obra repasa las mismas preguntas pero con guiños locales y contemporáneos. Un paisaje campero, una idiosincrasia rural que choca con la urbana y un punto de inflexión que provoca, remueve y escarba en la memoria y sensibilidad de estos protagonistas. Una ventana que se abre y nos invita a pasear la mirada por las miserias y complejidades de los vínculos humanos y que al cerrarse nos deja como por efecto contagioso un cúmulo de preguntas que incomodan, que importunan.

Cae el telón, de una manera simbólica pero rotunda. Y aunque intente consolarme diciéndome que es esto todo una farsa y que ya terminó, la soledad de esos personajes se me metió debajo de la piel y es por esta tristeza real que insisto en invitarlos a que vayan a temblar en carne propia y por su cuenta.

El amor es un bien”, de Francisco Lumerman
Sábados 20.30 y domingos 18hs en Camargo 506, CABA

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