El augurio fue encontrar el lugar porque desde el cordón amarillo se escuchaba ya un folklore furioso turbando diques. Pensé en profanar el barrio y cruzar las vías de la manera más ilegal. Pero un momento de realismo me iluminó justo cuando el zapato se me atoraba entre los alambres, y preferí llegar tarde pero viva, como es mi insana costumbre.
Los Chasques ya estaban agitando el aire con sus guitarras y el bombo, frenéticas chacareras hacían retumbar la puerta vidriada y desde el suelo el público agitaba la canción. Energía rural en estado puro, el cuarteto tiene magia en la voz y en la melodía. La fusión entre los cuatro es de esas que generan envidia, porque logran transmitir con claridad que la totalidad es más que la suma de las partes. Vestidos como auténticos gauchos y respetando el ritmo original de la canción campera, dieron un show que dejó el termómetro bien arriba.
Turno de Los Tabaleros, y ahora sí: todos de pie, que los próceres del 25 de Mayo están en el escenario. Corre por mi habitación, nadie lo puede pararcon los primeros versos de “Mi amigo el rey” y en su versión completa, estos reyes del folklor están apenas precalentando. Se fuman el pasaporte, suben unas escaleras, lloran de luto al amor, y proponen una versión de la niñez que hasta de Saint-Exupéry se levantó de su tumba para ayudar a este niño muy perdido.
Beto va locutando la fecha patria con ese humor ocurrente y tan de poco salón que es imposible no pasarla así de bien. Desde este otro lado somos conscientes de lo que somos, este puñadito de taba-fans que se mezcla con todo el resto del rabioso público que clama y colma en cada rincón, y se vibra al ritmo de Lolitay de una serie de hits todavía no editados, pero que con ansias bramamos en gritos que se ahogan en risas, y me prometo de nuevo sumarle baile al show.
El vestuario fue lo que me quitó el primer aliento, no puedo salir de mi asombro, si hasta pintaron a uno de negrito, vistieron al bajista de gaucho y hay dos próceres en las guitarras y voz. Redoblaron la apuesta cuando transformaron al cuarteto en 6, y salieron ganando: el bajo y la percusión se amalgaman espléndidos, y la visita estelar del bandoneón es un lujo también. Le canto a los gritos a la diosa de la paz, de la guerra y del calor, que viaja en un avión de papel hacia donde el amor no existe, dos veces seguidas.
Desde el escenario nos instan al movimiento, “que sus culos sudados se muevan un poco”. Imposible no hacerlo si la banda mete una atrás de otra sin parar. Es mucha y verdaderamente animosa la energía que transmiten, es motivador la manera que tienen de subirse al escenario y compartir su repertorio. “Zorro” marca el final anunciado y yo creo que esta Junta del Folklor es lo mejor del 25 de Mayo, por lejos. Ma´ qué pastelitos ni locro, patria es estar cantando un gato con estos pibes, que la tienen atada!
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